Mi recomendada de hoy en #Cinetflix está, sin duda, en mi top 10 de las películas que más me gustaron de este 2018. Añadida recientemente a Netflix, es la tercera película de la talentosa directora italiana Alice Rohrwacher, «Lazzaro Felice», galardonada con el premio al mejor guión en el festival de Cannes de este año.
A partir de un hecho real, la explotación de unos campesinos que llevan años viviendo desconectados del mundo, Rohrwacher construye una especie de fábula con ecos religiosos en donde reflexiona sobre la condición del hombre moderno atrapado en un sistema en el que oprimir al otro se mantiene como regla.
En la Inviolata, lugar donde arranca la acción, no hay atisbos de modernidad alguna, los trabajadores son tratados por la Marquesa de la Luna como esclavos de la época feudal. Lazzaro, cuyo nombre nos remite de inmediato y con justas razones como se verá más adelante en la película, al personaje bíblico, es uno de estos campesinos. Todos los días él realiza su trabajo con optimismo y determinación, sin quejarse. Siempre sonriente y transparente su presencia es una rareza total. Atemporal y único parece encarnar innumerable virtudes, su ingenuidad le permite traspasar, sin cuestionarse si quiera, estrictas fronteras sociales y relacionarse con el marquesito, (Tancredo, otro nombre relacionado con la religión) que se cuestiona lo que hace la madre pero no puede evitar ser insoportable y consentido.
La directora introduce lo sobrenatural tanto en el tiempo como en el espacio, a un momento soleado le puede seguir un paisaje nevado, el tiempo transcurre lentamente y de repente pasan muchos años en un suspiro, sin embargo, pasado y presente están conectados.
Desde su anterior película (Le meraviglie) la directora señalaba la importancia de la tierra, en Lazzaro el hombre, al alejarse de ella pierde una parte esencial. La luna, el lobo, las plantas, son elementos propios de ese lugar cuyo abandono nos debilita.
Y es que si Hobbes decía que “el hombres es un lobo para el hombre” en esta fábula moderna ya no se le teme al lobo sino que él nos teme a nosotros. No hay lugar para él, como no lo hay para Lazzaro, en una sociedad individualista y despiadada.
Si en sus películas anteriores, Rohrwacher seguía personajes que se sentían marginados de su entorno, aquí, al contrario, es la sociedad la que parece recordarles constantemente que no pertenecen, nunca lo harán, no existe comunidad que los acoja.
Lazzaro, se concibe a sí mismo como alguien al servicio de una comunidad sentimiento que logra, por instantes, hacer crecer en otros aunque confiar en alguien, en cualquier lugar, siempre será una prueba arriesgada.
La directora crítica las apariencias, la explotación, los abusos del sistema bancario, la dificultad para ver al otro, la ineficiencia del sistema de justicia, la marginalidad y la pobreza, entre otros temas, que desfilan ante nuestros ojos sin dramatismo de más.
Visualmente preciosa, con escenas cargadas de poesía y poderosos simbolismos, Rohrwacher cuenta de manera original, rica en detalles y en capas de interpretación una historia sencilla llena de profundas reflexiones.
Muy recomendada.