Cuando se va al cine a ver una comedia romántica se sabe qué esperar: es decir, queremos ver un hombre y una mujer enamorándose. Es un género exitoso porque nada es mejor que esos primeros días de cosquilleos en la barriga, esperas ansiosas y miradas con cara «de terneros degollados» (como dicen por ahí). Uno come palomitas y se emociona mientras espera que ocurra el milagro: el primer beso, la declaración de amor y, por supuesto, la promesa de una vida feliz juntos. Algunas de estas películas han conseguido contar más que una buena historia, diálogos inteligentes y amenos, personajes bien construidos terminan por dejarnos felices cuando se apagan las luces y con ganas de repetirla. Es el caso de clásicos como: Cuando Harry conoció a Sally o Sintonía de amor. No me parecen malas tampoco las que se esfuerzan por cambiar el género y trasgredir algunas de sus normas básicas, por ejemplo en La novia de mi mejor amigo el personaje de Julia Robert no consigue el amor de su ex-novio o en Bajo el sol de Toscana la historia se convierte en una experiencia personal e íntima en la que el amor debe esperar.
Toda esta introducción es para hablar de Letra y música recientemente estrenada en las salas del cine del país. La película prometía: Drew Barrymore enamorada de Hugh Grant y este último interpretando a un músico de éxito en los 80 venido a menos. Las promesas se desploman rápidamente a los 15 minutos de haber iniciado la película. ¿Qué falla? en esencia el guión. Nada parece justificado, los personajes se conocen de la manera más abrupta posible (ella simplemente entra en su casa a regar las plantas), la relación se establece de manera inverosímil (él la escucha tararear una letra y resuelve que sin ella jamás, nunca, never, podrá terminar de escribir una canción tras años de silencio creativo) y de ahí en adelante todo sigue pegado con babas y se vuelve baboso: la historia del ex novio de Drew Barrymore es gratuita y se pierde, el personaje de la cantante diva juvenil es apenas un remedo y no se entiende su evolución hacia el final, cuando aparece el tan ansiado primer beso no sabemos ni de dónde sale, etc.
La película no cae del todo porque los dos protagonistas conocen su oficio y son simpáticos y consiguen que uno esboce una que otra sonrisa o que no les retire, a pesar de la historia tan tonta, toda simpatía.
Véala, si de verdad quiere hacerlo y no tiene nada más que hacer, un domingo lluvioso en la comodidad de su casa y diviértase con el video clip de la banda ochentera Pop en la que participa Hugh Grant, sin duda la mejor parte de la película.