La idea es muy buena: Juan, ha decidido ir a conocer la prisión en la cual empezará a trabajar a partir del día siguiente. El espera que sus jefes reconozcan ese gesto de compromiso e interés para empezar con pie derecho su historia laboral en ese lugar. Lo que nadie puede prever es que ese día, mientras visita las instalaciones, sufrirá un percance que lo dejará inconsciente por unos minutos. Sus compañeros deciden dejarlo descansando en la celda 211 que ha sido desocupada recientemente. Cuando Juan recobre la conciencia descubrirá que un motín de presos ha logrado tomar el control del pabellón en el que se encuentra y que para sobrevivir su única opción será hacerse pasar por un preso más.
Lo que acabo de resumir sucede en los primeros 10 minutos de la película así que no cuesta imaginarse que han logrado cautivar nuestra atención por completo.
Durante el desarrollo de la historia una serie de oportunos flash backs a la mañana de ese mismo día nos permitirán ir conociendo aún más al personaje de Juan, ese hombre que está en el lugar equivocado. Dulce, tierno, profundamente enamorado de su jovencísima esposa y preparándose para ser papá por primera vez, Juan debe enfrentarse a Malamadre el preso que controla el motín, ganarse su respeto, convencerlo de su utilidad durante este episodio y, sobre todo, no traicionar la confianza de sus nuevos jefes trasmitiendo informaciones oportunas o realizando acciones que ayuden a los que intentan, desde afuera, calmar esta rebelión.
La película trascurre en unas cuantas horas, el tiempo durante el cual se realiza el motín, la idea de los presos es exigir mejores tratos y condiciones y es ese efectivamente uno de los aspectos que pueden destacarse de la historia. Es cierto que los presos han hecho lo necesario para llegar hasta allí, sin embargo, ¿justifica esto que sean tratados como escoria y que no se les garantice ningún derecho? Es difícil no tener sentimientos encontrados hacia el ególatra Malamadre que a pesar de su facha recia, de su necesidad de ser el líder, no puede evitar conmoverse con las vidas de los otros y sus historias. Malamadre se siente responsable de los muchachos que pagan junto a él largas condenas y que reciben y soportan permanentes malos tratos. Durante ciertas secuencias Malamadre parece bajar la guardia, algo hay en Juan que lo desconcierta y atrae, algo hay en él que lo reta, le molesta pero que también lo enternece y debilita. Y mientras esto le sucede al preso más temido, Juan, el inocente, deberá buscar en su interior sus zonas más oscuras para poder soportar lo que empezará a ver al estar del otro lado de esas rejas que separan a los hombres “honestos” de los asesinos y canallas. Rápidamente se verán las incoherencias y contradicciones del lado de los buenos que harán, de cierta manera, que la ley ruda y básica de los presos parezca, por instantes, más lógica y coherente.
Celda 211 termina por cuestionar lo que han hecho otras películas que ocurren en prisiones ¿son estas, realmente, un espacio de rehabilitación o simplemente se trata de jaulas en donde encerramos lo que consideramos las escorias de la sociedad para poder torturarlas a voluntad?, ¿nos hace esto mejores que ellos? La mirada de Juan pasará de la sorpresa a la desolación cuando vea el monstruo desde la entrañas, ese lugar que se le ofrecía como la posibilidad de mejorar su vida y la de su pequeña familia incipiente, lo ha tragado para mostrarle el revés de las cosas. ¿Cómo salir indemne de esa experiencia?, ¿cómo regresar a la cama de sábanas blancas donde imaginaba un futuro mejor con su esposa cuando se ha visto el infierno? No puedo dejar de anotar aquí el hecho de que los presos consiguen ser escuchados gracias a tener prisioneros a unos integrantes de ETA. Es decir que si no estuvieran en peligro las vidas de estos terroristas, necesarios para negociar con el grupo vasco, a nadie le importaría nada un pepino y su motín sería aplastado sin ningún tipo de miramientos. Si alguien creía que en la cárcel todos eran iguales olvídenlo, como siempre, unas vidas valen más que otras independientemente de qué hayan hecho y de lo criminales que sean.
Celda 211 está basada en una novela homónima escrita por Francisco Pérez Gandul que ganó el premio Memorial Silverio Cañada, otorgado a mejor novela negra, escrita en español, en 2005. Tras ver la película he tenido muchas ganas de leer la novela porque quizás en ella la historia esté contada de manera tal que no ocurra lo que puede criticarse a esta cinta, la premura con la que suceden ciertas acciones. Me temo que para no perder el ritmo ciertas reacciones terminamos por aceptarlas porque sí, porque las estamos viendo y no porque lo sintamos como una consecuencia clara de lo que nos ha sido mostrado.
Por otra parte, como colombiana, no puedo quedarme callada ante un personaje como El Apache, más allá de las cualidades de actuación de Carlos Bardem (hermano mayor de Javier Bardem) no deja de ser triste que imiten de manera tan terrible el acento colombiano. ¿Cuándo dejaremos de ser interpretados por personas que hablan con acento mexicano pero diciendo parce?, ¿no se puede, como para variar, contratar a un colombiano para que haga de colombiano o por lo menos trabajar el acento con un poco más de respeto?
Por último, anotaría que la elogiada banda sonora me recordó por muchos instantes la hecha por Amenábar para Tesis película, que por diferentes razones tuve en mente en varios momentos observando Celda 211, que por lo demás, y por si mis últimas observaciones sembraron alguna duda, vale la pena ver.