Cada cierto tiempo aparece un titular que denuncia algún abuso hacia un turista en Cartagena, que si le cobraron un millón por un pescado frito y una limonada de coco, que si el paseo en coche por la ciudad amurallada terminó en un cobro, de nuevo, de seis ceros.Tras el titular aparecen los comentarios airados: van a cansar a los turistas, Cartagena está sobrevalorada, etc. El ciclo se repite varias veces al año. En esos momentos siempre pienso lo mismo, que la entendible indignación nacional evita que nos hagamos las preguntas importantes, que busquemos entender (no justificar) qué sucede en esa ciudad que muchos hemos visitado sin alcanzar a atisbar las complejidades que la habitan.
Esa misma complejidad la intuyó Teresita Goyeneche Perezbardi cuando, desde Nueva York, sentía que no lograba que sus pares en la universidad entendieran de dónde venía, ni ella podía explicar una ciudad a la que ya no lograba seguirle el ritmo de cambios desde la distancia. Esa crisis la llevó a pensar en su historia al crecer «en las entrañas de la Localidad Uno y en los intersticios de la clase media cartagenera» y decidir escribirla. Su relato inicia en 1998, el año en el que empezamos a elegir alcaldes con votos.Por las páginas de esta extensa crónica Teresita cuenta su infancia, adolescencia y juventud, sus sueños, deseos, sus primeros amores y tropiezos sin dejar de narrar a Cartagena que se va transformando en paralelo. Por sus páginas desfilan los diferentes alcaldes (son muchos, demasiados, cae uno y aparece otro), Bazurto, el cerro de la Popa, la champeta (y los champetúos), los procesos de gentrificación, entre muchos otros temas.
El título, misterioso para los que somos del interior, está íntimamente ligado a la historia: «La primera vez que escuché a alguien decir que los cartageneros nos parecíamos a los pelícanos, me pareció exagerado y romántico al mismo tiempo. Ahora que ya entiendo la imposibilidad de apresar al ave en un solo mundo, en una sola semántica, me parece una imagen acertada.» En qué consiste este parecido está ampliamente desarrollado en esta crónica que nos permite acercarnos a Cartagena desde una incisiva mirada femenina.