Manuela la reconoce de inmediato: es la pistola de su hermano, un desconocido la ha metido en su bolsillo después de que se desplomaran ante el estruendo de una bomba. No entiende cómo, pero es la misma arma de José Antonio, quien falleció en un accidente hace apenas unos meses. Sin saber si esta pistola es una respuesta o una pregunta, la protagonista emprende un viaje en el que los lazos de la amistad demostrarán ser más fuertes que los de la sangre.
Desde esa primera explosión son muchas las bombas que se detonan en este libro, con el sonido seco de todo lo que estalla al encontrarse con la crudeza de lo real. En esta, su segunda novela, la autora dibuja una constelación familiar sostenida por mentiras; ficciones que le dan sentido al amor aún después de las heridas.