Disfruto leer autobiografías. Me parece un género incluso más difícil que la ficción porque exige hacerse las mismas preguntas (qué narrar, en qué hacer énfasis, cómo organizarlo) mientras se busca ser fiel a los recuerdos que se tienen. En toda autobiografía hay indagaciones, preguntas que se contestan, otras nuevas que se abren. En
Lo que no fue dicho de
José Zuleta Ortiz hay todo eso y mucho más.
El libro se abre con la noticia de la muerte de la madre. José nos cuenta que su madre se fue de casa y que no volvió a verla sino 27 años después, por un breve momento. Años después ella reaparece, ya enferma y menguada, esperando que puedan contarse sus respectivas vidas, esas que habían vivido apartados el uno del otro. Lo que sigue, es el relato que esa madre nunca conoció, lo que no fue dicho, la historia de una vida «nómada, nómada, sin tribu. Y que nunca oirá».
Sueños, poesías, relecturas de viejas libretas pueblan esta reconstrucción emotiva y poética de una vida singular marcada no solo por el abandono de esta madre sino también, por las particulares ideas sobre la educación que tenía el padre, el reconocido filósofo Estanislao Zuleta.
Alejado de los colegios y cualquier atisbo de educación tradicional, José nos hará ver el mundo con su mirada curiosa y sensible, la misma que lo acompañará mientras se convierte en un adolescente que decidirá, a los quince años, tomar su destino en sus manos e irse a temprana edad a forjarse un camino propio.
El amor, la iniciación sexual, las vicisitudes de la vida laboral, el duro ejercicio hacen parte del relato. Aparecen diversos personajes de la vida nacional con los que se cruzó de distintas maneras (León de Greiff. Héctor Abad Gómez, Andrés Caicedo, entre otros); están los libros que lo acompañaron, los poemas que iluminaron sus noches oscuras y las personas que conocerá a través de los diferentes viajes y aventuras que le proporcionará crecer como lo hizo.
José dice que, alejado de la casa familiar, creció sin tribu pero en cada página vemos cómo, lo que descubrió en los días de jugar ajedrez se materializa: la suya es la tribu de las palabras, de aquellos que han buscado en ellas consuelo y alegría, la de aquellos que subyugados ante la belleza han buscado formas de fijarla o que, abatidos por el dolor, han querido plasmarlo en una imagen. Esa es la tribu y este libro, una invitación a hacer parte de ella.
Una belleza.