La historia de El discípulo gira en torno a Sharad un interprete de música clásica india y su recorrido a través de los años en busca de convertirse en el artista que sueña ser.
El guion, nada previsible, escrito por el propio Tamhane, fue premiado en el Festival de Venecia.
La película aborda varios temas, encontramos la búsqueda del artista, sus fracasos, inseguridades y dudas. Este no es un camino de rosas sino uno de disciplina y esfuerzo que, es probable, jamás se vea recompensado, ¿importa que así sea?
La relación discípulo- maestro es un elemento fundamental. Esta música necesita devoción y entrega total a un gurú, a alguien que ilumine de alguna manera el camino. Pero ¿qué me hace un maestro adecuado y debe un discípulo siempre obedecer?
La música clásica india es única y produce un estado muy particular que permea la película. Nada de prisa, hay algo contemplativo y envolvente en cada interpretación- el protagonista es músico en la vida real.
Precisamente la película desarrolla cómo la aceleración del mundo actual choca con este tiempo más lento y contemplativo. Hay que detenerse, pausarse para penetrar el corazón de la música como lo muestran de manera muy poética las lentas escenas en las que que Sharad escucha los consejos de una desaparecida maestra mientras maneja su moto por las calles de Mumbai
Los planos abiertos predominan y permiten sentir el ambiente en el que se mueven los personajes y descubrir aspectos de su personalidad gracias a que en un espacio alcanzamos a ver todo tipo de detalles, los libros de la estantería, las ollas apiladas, la esquina por limpiar, la pared descascarada…
Las preguntas que se abren son múltiples y diversas,
¿Quién define dónde está el talento? ¿De qué manera se manifiesta la perfección? ¿Necesitamos el reconocimiento de otros? y, claro, no menos importante, ¿es necesario recorrer ese camino solos?
Una inmersión profunda en una vida atravesada por la creación artística y la búsqueda del estado espiritual necesario para lograrla.