Un día Pablo Larraín, el director, productor y guionista chileno, leyó en el periódico una noticia que lo impactó, el ex arzobispo Francisco José Cox, acusado de abusos sexuales a menores, se encontraba cómodamente recluido en una bella y tranquila casa a donde lo había enviado la Iglesia. ¿Así era cómo actuaba la justicia en este caso?
Con esa idea como punto de partida Larraín contactó a Daniel Villalobos y a Guillermo Calderón y junto a ellos desarrolló el guion de El club estrenada en 2015 y mi recomendada en el
#Cinetflix que dedicamos al actor Alfredo Castro .
Al inicio vemos a unos hombres mayores realizando diferentes actividades en un contexto casi bucólico, sin embargo, ciertos detalles llaman la atención. ¿Por qué conviven juntos? ¿Qué los mantiene, al parecer, alejados de la comunidad? ¿Quién es esa mujer que parece cuidarlos?
Rápidamente se descubre que el título es irónico, este no es un club de retirados ni nada que se le parezca , sino como en la historia de la noticia, una casa en el puerto pesquero de La Boca a donde llegan supuestamente a purgar sus culpas sacerdotes acusados de distintos delitos. ¿Qué tanto es una penitencia estar ahí? Cómo es vivir en una especie de prisión sin rejas ni barrotes?
La casa amarilla se levanta visible desde cualquier lugar, llama la atención. Su interior es oscuro y lúgubre. En su interior se reflexiona sobre el pecado, la culpa, la redención, se cuestiona la idea de justicia, se habla de Dios.
En entrevistas Larraín ha explicado que a los actores nunca les dio el guion entero antes de empezar a grabar, su idea era que lo fueran descubriendo a medida que avanzara el rodaje. Esto consigue que la actuación de todos esté cargada de un halo misterioso, una mezcla entre un pasado difuso y un futuro que apenas se intuye. Están como suspendidos en el tiempo. Castro encarna al padre Vidal, uno de los confinados en esta casa, amante de los perros y, en particular, de las carreras de galgos . Es un personaje lleno de vacíos, ignoramos su pasado, nos sorprenden sus reacciones, no podemos anticiparnos a lo que hará. Imposible no nombrar el estremecedor papel que hace Roberto Frías como Sandokan personaje que viene de la obra teatral Acceso, escrita por Larraín, un monologo que tuvo varias funciones en Chile y que aquí nos pone los pelos de punta.
La película, sin duda, es dura y descarnada. Larraín no teme ser crudo y directo cuando se necesita. Con planos cerrados, una tonalidad azulosa, una suerte de bruma que impregna las escenas, y una adecuada musicalización acentúa la sensación de malestar permanente, de enrarecimiento de la atmósfera. Por increíble que parezca tras lo que acabo de decir el humor está presente, eso sí, es uno negro y mordaz que no gustará a todos pero que se introduce para desbarajustarnos y hacernos cuestionar mientras Larraín termina por hacer una suerte de radiografía de la sociedad chilena con todo lo que esta ha querido acallar y ocultar.
*Las otras películas que recomendamos donde aparece Alfredo Castro y que corroboran su versatilidad fueron: Rojo y No, esta última, también dirigida por Larraín.