(…) somos (para volver a mi cita predilecta) el río de Heráclito, quien dijo que el hombre de ayer no es el hombre de hoy y el de hoy no será el de mañana.
Jorge Luis Borges
¿Qué es una vida sino una sucesión de momentos que nos van afectando y modificando mientras el tiempo, imparable, incontrolable, va realizando su trabajo?
Este parece ser el punto de partida en la filmografía de la directora francesa Mia Hansen-LØve, de quien, tras cinco largometrajes, se puede decir, sin temor a equivocarse, que ha consolidado un estilo personal y definido en el que ha desarrollado, sin hacer concesiones frente a las exigencias del mercado, una manera propia de narrar el mundo.
En su filmografía se destacan la cámara fluida, las tomas largas en las que se privilegian los planos abiertos, perfectas para sumergirnos en la atmósfera que envuelve a los personajes y en donde la luz juega un papel fundamental. Todas sus películas son bellas visualmente y consiguen un particular efecto: estamos, como espectadores, cerca de los protagonistas, de sus vivencias, pero mantenemos una cierta distancia con ellos que impide, por un lado, que los juzguemos y, por el otro, permite que la narración se mantenga sobria, sin caer en exageraciones sentimentales innecesarias, a pesar de los temas tratados, evitando así restarle fuerza a este esfuerzo por retratar la fluidez de los cambios y la manera como estos son integrados, a pesar de las dificultades y el dolor, en nuestras vidas.
Se suele hablar de la importancia de separar las biografías de los autores de su obra pero en el caso de Mia Hansen-LØve es difícil hacerlo, sus películas se entretejen íntimamente con su biografía. En efecto, ella parece usar el cine para plasmar sus temores y dudas o, mejor aún, para indagar sobre esas vidas y eventos que la marcaron y que, de cierta manera, desea observar con mayor detenimiento. Esto lo demostró desde su primer largometraje Tout est pardonné (Todo está perdonado, 2007), en el que sigue a una pareja, Victor y Annette, que va a trasladarse de Viena a París en donde esperan, sobre todo Annette, que las cosas se equilibren un poco para ellos. Esto no es más que un vano anhelo, el inestable y autodestructivo Victor no consigue sosegarse en ningún lugar. Me sorprendió la manera como la directora desarrolló la historia de esta pareja que se enfrenta a los demonios incontrolables de uno de ellos, demonios que, por desgracia, el amor no puede contener. Durante el desarrollo vemos la evolución de su relación a través del cambio de ciudades y el pasar del tiempo. El elemento sin duda más original, es la introducción de una elipsis de 11 años que nos permiten ver cómo la hija de ellos, Pamela, ya adolescente, lidia con la historia de sus padres.
Solo dos años después Hansen-LØve estrenaba Le pére de mes enfants (El padre de mis hijos, 2009), tal vez mi favorita, inspirada en la trágica figura del reconocido productor Humbert Balsan a quien la directora conoció. De esta película, que recibió el premio especial del jurado en la categoría Un certain regard de Cannes, me subyuga la manera, sutil y respetuosa, como se aborda la crisis que atraviesa un carismático y generoso productor, amante como nadie del cine y dispuesto a hacer hasta lo imposible, aún a costa de sí mismo, para que un director pueda a llevar a cabo su obra soñada, un idealista que se verá rápidamente arrinconado por las exigencias de un mundo mercantilista y cruel. Al retrato completo y complejo del hombre, se suma orgánicamente la mirada de la familia, la esposa y las hijas, y la manera como ellas tuvieron que lidiar con los fracasos y dolores del padre. La familia, en fin, no es otra cosa que una suerte de vasos comunicantes, de sentimientos y sensaciones que van de unos a otros mientras el tiempo transcurre y pone, aparentemente, cada cosa en su lugar. A veces, parece decirnos la directora, no hay nada que comprender, basta con ser testigos de este fenómeno aceptarlo e integrarlo en nuestro recorrido.
De nuevo dos años después, la directora inicia un proceso aún más personal y filma Un amour de jeuneusse (Primer amor, 2011) inspirada en una intensa y pasional relación amorosa que ella misma vivió de los 15 a los 19 años. La historia está focalizada en la joven Camille quien está enamorada de Sullivan, un poco mayor que ella. Hansen-LØve explora las heridas que deja el amor y la manera como consigue llenarnos y vaciarnos en proporciones iguales. No lo he dicho antes pero selección musical de cada película es fundamental. Cada canción es escogida con cuidado y colocada en el lugar preciso para puntualizar una idea o complementar una acción. En este caso, y para mi sorpresa, la directora introduce canciones de Violeta Parra. Difícil imaginarse un mejor himno para ilustrar la vehemencia y desgarro juvenil que “Volver a los 17” interpretado por la particular voz de esta mujer que tanto supo de la pasión, despedidas y amores frustrados.
La música, precisamente, es el eje sobre el cual gira su siguiente película Eden,2014 escrita a partir de las vivencias de su hermano Sven LØve quien fue DJ en los 90 y conoció, antes de fracasar, un cierto éxito. El mismo Sven participó en la elaboración del guión y, actualmente, es conocido como escritor (la película muestra precisamente, esta faceta del protagonista a quien le interesa, también, la literatura).
En 2016 Mia Hansen-LØve ganó el oso de plata a la mejor dirección con L´avenir (El porvenir), en donde los protagonistas, entre los que se destaca en el papel protagónico una, como siempre, impecable Isabelle Huppert, son una pareja de profesores de filosofía al igual que sus padres en la vida real.
En la actualidad se encuentra próxima a estrenar Maya, una película sobre un reportero francés (interpretado por Roman Kolinka que completa, con esta, su tercer trabajo con la realizadora) secuestrado en Syria quien tras ser liberado parte a India. Aparte de este proyecto, la directora ha producido gran expectativa al anunciar que espera realizar un próximo proyecto inspirado parcialmente en la relación que ha tenido con su marido, el también cineasta Olivier Assayas a quien conoció cuando tenía 18 años y fue escogida por él para actuar en su película Fin août, début septiembre (Finales de agosto, principios de septiembre,1998).
En su filmografía la mayor parte de la acción sucede en París, y en cada obra explora una faceta distinta de esta ciudad inagotable. En unas es retratada de una manera más urbana y asfixiante como en Un amour de jeuneusse en donde solo saliendo de la ciudad el personaje consigue encontrar sosiego. En L´ avenir se enfoca mucho más en el lado burgués e intelectual, haciendo énfasis en los grandes parques que allí se encuentran rodeando las prestigiosas escuelas. El París nocturno aparece en Eden (única película en la que hay destellos de humor) en donde se reconstruye el ambiente parisino de los 90 con los raves hasta altas horas de la noche en los que es tan fácil extraviarse.
Aunque la ciudad se encuentra en el centro de las historias y es, de cierta manera, una protagonista más, la naturaleza también juega un papel importante en todas las películas de Mia Hansen-LØve. Efectivamente, en ellas, la mayoría de los personajes tienen el recurso de poder abandonar la ciudad e irse a una casa en el campo (no está de más decir que sus personajes provienen, en su mayoría, de medios privilegiados). La naturaleza se convierte entonces en el lugar de conexión con uno mismo, algo que parece difícil de lograr en lo urbano, el campo es el sitio donde nos alejamos de lo cotidiano y logramos mirar las cosas con cierta perspectiva. Es, también, donde puede concretarse la pasión. En la naturaleza está el agua, elemento recurrente que parece condensar en sí misma la idea de fluidez del tiempo, como lo señalaba Heráclito, el agua limpia, purifica y recuerda finalmente que todo termina por pasar en algún momento. No es entonces anodino que en Eden, la única película en la que no aparece el campo como refugio salvador, una de las ex novias de nuestro protagonista encuentre la paz y consiga fundar una familia al partir de la ciudad e instalarse en una pequeña ciudad junto al mar.
En todas sus películas el tiempo se alarga, pasa, transcurre, y la transformaciones que produce en nosotros, aunque puedan ser sutiles, están ahí, son palpables. Esto le permite a la realizadora mostrar los cambios que solo son posibles con el pasar de los años, la asimilación de un duelo, por ejemplo, o diseccionar las heridas irreparables que este deja, eje central de sus primeras películas, o, por qué no, la manera como los sueños y búsquedas que creíamos eternos y perdurables se deshacen lentamente, (Eden, L´ avenir).
Aguda observadora de su entorno, Mia Hansen-LØve ha sabido darle su toque personal a las vidas que han atraído su atención y plasmarlas en pantalla. Curiosa, versátil y decidida a realizar una amplia obra de seguro nos deparará muchas más agradables sorpresas en el futuro.
Publicado originalmente en el número 3 de Cero en conducta