Ben y Leslie han decidido construir una familia completamente alejados de la civilización y lo que consideran sus males.
Tras vivir en diferentes sitios terminaron por instalarse en medio de un frondoso bosque en donde han conseguido establecer una comunidad sólida conformada por sus seis hijos que han crecido en medio de la naturaleza dedicados al entrenamiento físico y al desarrollo intelectual.
Sin luz eléctrica, ni ningún tipo de distractor moderno, los días pasan en equilibrio entre una rutina física y educativa donde la prioridad es que cada cual aprenda a pensar por sí mismo y su mente se alimente en permanencia: música, filosofía, literatura, los debates en medio del bosque están a la orden del día en esta, en apariencia, perfecta utopía, en la que, sin embargo, percibimos ciertas fisuras, sombras oscuras, que amenazan con acabar la armonía conseguida.
Un acontecimiento inesperado llega a cambiarlo todo y obliga a Ben a salir junto con sus hijos de su refugio y regresar a ese mundo que él ha decidido dejar hace años y que sus hijos apenas conocen a través de lo que han leído. Allí, a donde deben ir ahora, habitan los familiares que quedaron atrás, esos que no comparten el particular sueño que emprendió la pareja.
Este choque de maneras de ver la vida está en el centro de Captain Fantastic que con una mezcla precisa de drama, chispas de comedia, road trip y filosofía, anudados en un sólido guión, consigue hacernos reflexionar sobre diferentes temas.
Aunque es evidente que el director y guionista Matt Rooss se inclina más por preferir este modo particular de vida que han escogido Ben y Leslie no por eso evita introducir los múltiples cuestionamientos que una decisión así conlleva. Y es que es una cosa es dejarlo todo y partir siendo un adulto y otra muy distinta crecer de esa manera porque tus padre te lo imponen. ¿Se puede de verdad crecer alejado de la civilización? Esto es más que evidente, por ejemplo, en el hijo de 17 años que se debate entre la vida que lleva y la incapacidad que nota en sí mismo para establecer relaciones con otros que han crecido fuera del ámbito que conoce. Su amplio y variado conocimiento lo hacen torpe para los diálogos casuales e ignorante de las referencias a la cultura popular propias de su edad. Y no es el único que nota que quizás algo no encaja, algo no está bien. ¿Pero es acaso mejor pertenecer a esta sociedad de consumo desaforado, de obesos y jugadores de videojuegos que no se cuestionan las reglas y rituales impuestos? Son muchas las preguntas y Ben, el padre líder de la particular tribu, este Captain Fantastic, no conoce todas las respuestas, ni tomó siempre las mejores decisiones porque, en últimas, es solo un humano como cualquier otro buscando su lugar en el mundo e intentando, y qué difícil es esa tarea, ser fiel a su corazón y a sus instintos.
Captain Fantastic es una reflexión sobre la sociedad, sus reglas e imposturas; sobre la familia y la paternidad; sobre las enfermedades mentales y la imposibilidad de controlarlas a nuestro antojo; sobre la muerte y el duelo; sobre crecer y convertirse en adulto….y la lista podría seguir por mucho más tiempo.
Para sonreír, conmoverse y reflexionar, de esa películas que crean un universo propio en el que es fácil entrar gracias a la cuidada fotografía, al ritmo que no decae y al casting impecable encabezado por un perfecto Viggo Mortensen que le da vida al particular padre.
Recomendada, en particular, para los días grises y sombríos.
