El universo de Álex de la Iglesia es fácilmente reconocible en esta película. Luces, colores, menciones a la cultura popular española, un personaje envuelto en una sucesión de eventos bizarros y claro, la sensación, de que absolutamente cualquier cosa puede suceder.
En este festín de excesos hay momentos verdaderamente graciosos y otros, también muy de Alex de la Iglesia, grotescos o innecesarios. No es, claro, lo mejor que ha hecho este cineasta español (basta pensar en las increíbles La comunidad o El día de la bestia, por citar dos películas de su extensa y desigual filmografía), pero no deja de ser entretenida a su manera. Lo mejor, sin duda, es la parodia que de sí mismo hace Raphael y la de Mario Casas convertido en una mezcla de David Bisbal con Chayanne.
Para ver con palomitas, sin mayores expectativas, un domingo por la tarde.