Lo primero que llama la atención de este libro es el tamaño: 1064 páginas. Gordo e imponente sobresale en cualquier mesa de librería, pero que eso no desanime a nadie. Lejos del árbol es un libro intenso que cada cual puede disfrutar a su manera y a su ritmo.
Andrew Solomon, el autor, es profesor de psiquiatría en la Universidad de Cornell y consejero en Yale. En el 2013 obtuvo su PHD en psicología y se ha dedicado a escribir sobre cultura, política y, claro, psicología.
Aquí no hay ficción y se parte de una sencilla premisa que podemos ver en la carátula del libro: “historias de padres e hijos que han aprendido a quererse”. La frase puede parecer extraña: ¿no es acaso evidente que padres e hijos deben quererse? La respuesta a este interrogante la da Solomon en el primer capítulo del libro titulado “Hijo”, donde con firmeza y honestidad se adentra en los finos tejidos que componen esta relación que algunos dan por sentada pero que tambalea, como lo dirá Solomon, cuando ese hijo, en el que hemos puesto muchas expectativas, tiene necesidades especiales o es diferente a todo lo que conocemos y no podemos identificarnos con él o verlo como una prolongación de nosotros mismos.
Los padres, dirá Solomon, tienden a pensar que su manera de ser felices es la mejor de todas y les cuesta entender, aceptar y mucho menos amar otras maneras de expresar o buscar esa felicidad.
En este primer capítulo, el autor recorrerá los caminos de su propia infancia: la lucha con la dislexia, el descubrimiento de la homosexualidad, su batalla contra la depresión mientras mira y analiza con detenimiento la postura de sus padres, y la sociedad, al respecto de estas situaciones. Este capítulo es, en suma, una reflexión sobre la manera cómo los padres se proyectan en los hijos y cómo estos buscan construir una identidad propia y plantea, desde la entrada, originales preguntas: ¿solucionar esas diferencias es necesario? ¿Debemos hacer oír al sordo? ¿crecer el enano? ¿Y qué pasa cuándo sabemos que nuestro hijo nunca cuidará de nosotros, que jamás será independiente? ¿o qué hacer cuándo nos enfrenta a realidades que, como padres, desconocemos por completo?
A partir de esa contundente introducción el lector puede decidir qué “diferencia” desea explorar (no es necesario hacerlo en estricto orden).
Sordera, Enanismo, Síndrome de Down: son los primeros temas, el procedimiento es el mismo en cada capítulo, Solomon entrevistó cientos de familias para cada caso y nos cuenta historias particulares, maneras de lidiar o afrontar estas situaciones. Lejos de los clichés habituales nos enfrenta a relatos que desafían muchas de nuestras ideas preconcebidas al respecto de estos temas.
Los capítulos siguientes no son menos interesantes: Autismo, discapacidades severas o, la temida esquizofrenia, ofrecen un amplío abanico de diversos casos.
Hay un capítulo sobre los niños prodigios que llevan a sus padres a afrontar a una situación muy cercana a los otras mencionadas, finalmente es un hijo que no entienden ni saben manejar.
También habrá un momento dedicado a aquellos que tienden a la violencia, a romper leyes, y cuyos padres, casi siempre, son señalados como causantes de esa actitud negativa. Particularmente emotiva, , me pareció la entrevista a la madre de uno de los jóvenes asesinos de la tristemente celebre masacre de Columbine ¿qué sentir cuándo un hijo nuestro hace algo así? La atribulada madre siente que su dolorosa experiencia la ha hecho más empática y abierta al sufrimiento de los otros, la noticia de un acto terrorista, por ejemplo, la hace pensar no sólo en las víctimas sino en la familia del victimario y en el dolor que esta puede estar atravesando.
Otro capítulo que me pareció particularmente bueno es el dedicado a los hijos transgénero y las dificultades que afrontan tanto ellos como sus familias ante una situación que la sociedad estigmatiza aún de manera muy marcada.
No se queda por fuera un polémico tema: los hijos productos de una violación y la paradoja de que ellos no tienen nada que los diferencie (física o mentalmente) sino que padecen el recuerdo de la manera dolorosa como fueron engendrados.
Lo que leemos, como lo señalé, no son artículos explicativos, largas disertaciones sino relatos vitales en los que conocemos tanto la posición de los padres como de los hijos. Nos acercamos a las diferentes formas de percibir una situación que puede ser muy difícil y tensionante para todos.
Hay historias que nos hacen sonreír, otras que nos arrancan lágrimas, unas que pueden servir de espejo o contraparte a una situación que pudimos haber vivido, como hijos o como padres.
Al final podríamos decir que Solomon nos proporciona una muestra de lo diverso que es el ser humano, nos señala la importancia de las diferencias y el papel que estas juegan en la construcción de una sociedad plural, diversa y tolerante. Y, por encima de todo, Lejos del árbol nos recuerda el poder inconmensurable del amor, y de cómo este puede ser , como en muchas de estas historias, completa y sorpresivamente, incondicional.