Laura Restrepo ocupó los titulares de prensa del 2013 a raíz de la publicación de su más reciente novela: Hot Sur.
La Revista Arcadia, en su momento, le dedicó portada (y reparó un poco el hecho de haberla excluido de su selección de las novelistas más importantes de Colombia meses atrás).Otros medios hicieron referencias y reseñas.
De Laura Restrepo he leído varios libros: La isla de la pasión (1989) , Dulce Compañía (1995), y Delirio (2004) (mención aparte para el libro infantil Las vacas comen espaguetis)
Todos tienen en común la facilidad con que se pueden leer debido, sin duda, a la capacidad narrativa de la autora que construye tramas interesantes en las que un misterio, una pregunta o una dificultad que atraviesan los protagonistas se van resolviendo, durante la narración gracias a la participación de diversas voces.
Por ejemplo, en Dulce compañía la historia de la periodista de la revista Somos ( sí, suena a Cromos) que investiga la supuesta aparición de un ángel en un barrio oprimido de Bogotá se intercalará con una serie de monólogos místicos que escribe la madre del señalado como ángel. En esta novela se aprecia su interés por la polifonía, por crear personajes que cuentan su historia y cómo esta se complementa y se abre en nuevas direcciones gracias a los aportes de otros narradores.
En, Delirio, el libro que prefiero de esta autora, esto es palpable en su máxima expresión. Allí, mientras el marido de Agustina intenta explicarse el porqué de la repentina locura de su mujer asistimos a una reconstrucción de la vida de ella y de sus antepasados a través de monólogos, diarios y otros recursos de los que se vale Restrepo para construir un universo complejo e, insisto, polifónico.
Hot sur comparte varias de estas caracteristicas.
Esta novela aparece tras largos años de silencio en los que Restrepo estuvo leyendo, investigando e internándose en el mundo de los inmigrantes en Estados Unidos y en el universo tan particular de las cárceles de ese país.
Lo primero, que puede arredrar a algunos lectores potenciales puede ser el tamaño: 553 páginas. Cierto es que esto no debería ser un criterio de selección, ni razón alguna para que un autor no se aventure a escribir novelas largas(¿cuántos maravillosos libros o best sellers no superan ese número de páginas?), sin embargo, de seguro eso ha alejado a algunos.
Entrando en materia, lo primero que diré es que Restrepo consigue hilar una historia en la que el lector se ve rápidamente enganchado. Esta es sin duda una de las principales virtudes del libro.
Difícil escapar al embrujo producido por la particular atmosfera planteada desde las primeras páginas a la que se suma un asesinato macabro y una muerte accidental que parecieron, por lo menos para el padre del hombre del segundo caso, ligadas.
A partir de ese momento y gracias a una periodista que no aparece pero que organiza y mueve los hilos de la narración (una suerte de alter ego de Laura Restrepo) conoceremos la historia.
Los apuntes del cuaderno de Cleve (el muerto); la entrevista a Ian Rose (el padre del muerto); el manuscrito de María Paz, la colombiana que intentará construir una vida en Estados Unidos y terminará en prisión acusada de haber asesinado a su marido, un policía de origen eslovaco; son algunas de las voces que se entrecruzarán para que podamos ir dilucidando los misterios planteados.
¿Qué encontramos en esta polifonía? Son muchos y variados los temas abordados, por un lado, y quizás, el más mencionado de todos en los artículos de prensa: el mundo del inmigrante que busca abrirse camino en una sociedad no siempre dispuesta a recibirlo: “América no está en ningún lado, América sólo está en los sueños de los que soñamos con América (pág. 49)”. A esto se suma una radiografía compleja y poco halagadora del meelting pot, esa mezcla de culturas y razas que puede terminar por dar combinaciones explosivas y dramáticas:
“Quién lo creyera, el país se les había ido convirtiendo en un gran pastel milhojas con capas y capas de escondidas bajo la superficie; no era sino escarbar un poco para descubrir las realidades más insospechadas. ¿Adónde habían ido a parar? La sociedad americana, hasta ayer sólida e incuestionable, era ahora una viga carcomida por el gorgojo” (pág. 453)
Además de lo anterior Restrepo se esfuerza por describir el ambiente opresivo de la prisión, la dualidad de ese mundo externo y la soledad y enajenación de las celdas.
Finalmente, diría que no menos importante en la historia, es la reflexión sobre el amor y sus cimientos inestables que se construyen desde lugares difícilmente determinados y sobre todo, los recovecos oscuros y bizarros de la sexualidad y sus deseos.
Al cerrar el libro es difícil no pensar durante varios días en la enternecedora relación que establece María Paz y el viejo Cleve, dos de los personajes principales. Ella voluptuosa y latina con su melena indomable y un espíritu a prueba de todo, él, viejo, solitario, acompañado siempre por sus perros. Cleve no ha hecho las paces con su pasado ni su historia y por eso ha escogido el camino del recogimiento y la soledad. Durante el desarrollo de la historia, sin embargo, se verá obligado a salir, a abandonar su zona de comodidad, a recorrer medio país descubrir dónde vive, dónde vivió (esa lejana Colombia que ahora lo ha alcanzado) y quién era de verdad su hijo. Al estilo de Delirio, ahí está, cómo no, el tema de los secretos que se guardan, de las historias que desconocemos y que nos construyen a nosotros y a nuestras familias.
Sin embargo, en medio de tantas cosas que funcionan otras no lo hacen tanto. La más notoria, por lo menos para mí, es el hecho de que todas las voces terminan por parecerse, (cosa que no sentí para nada en Delirio donde cada voz tiene su tono, su particularidad y su manera de ver la vida)
Aquí todas son un tanto similares y María Paz termina por convertirse en un ser, por instantes irreal, porque pasa de reflexiones completamente mundanas, sencillas y actos torpes al más profundo análisis social salpicado de referencias literarias latinoamericanas y anglosajonas. Quizás eso no importaría tanto sino fuera porque todos los personajes parecen ver el mundo por el filtro de la literatura y terminan por ser narradores muy observadores y analíticos lo que da, al final, la sensación de estar ante una única voz, la de la reportera (o autora) que mueve las fichas y organiza el panorama.
A lo anterior se suma el afán por abordar muchos temas a la vez y complejizar ciertos personajes de manera innecesaria, es el caso, por ejemplo de Mandra X, la especie de gurú contemporánea de la cárcel, que se siente artificiosa o la aproximación al universo católico, cargado de simbolismos y taras que nos deja, al final con la sensación de gratuidad.
Estos últimos bemoles terminan por restarle fuerza a la historia y me dejaron una sensación agridulce al final.