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Bocas del Toro: sabor caribeño y naturaleza.

By noviembre 21, 2011mayo 23rd, 2020No Comments

Hay un lugar donde el tiempo pasa lentamente, mientras la suave brisa mece una hamaca y a lo lejos se escuchan las carcajadas de un niño. Es un lugar de pintorescas casas de colores, donde la naturaleza se funde con el mar y las playas de arenas blancas, parecen no acabarse nunca. Ese lugar existe y se encuentra muy cerca de Colombia, en el vecino Panamá.

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Una historia vibrante

A pesar de encontrarse, durante muchos años, aislada de lo que sucedía al interior del territorio nacional, la ubicación privilegiada de la provincia de Bocas del Toro la convirtió en el escenario perfecto de variadas historias y de múltiples batalles en los siglos pasados. Los primeros extranjeros en pisar sus arenas blancas fueron Cristóbal Colón y sus hombres en 1502. Hasta sus playas llegaron después varios piratas esperando enriquecerse, entre ellos el temido Morgan que, desde allí, emprendió el viaje que lo llevó a destruir Ciudad de Panamá en 1602. Durante el siglo XIX los ingleses, con sus barcos provenientes de Jamaica, fundaron la población de Bocas del Toro y mantuvieron un pujante comercio. Filibusteros, comerciantes, muchos pasaron por estas tierras hasta donde llegaría, también, a instalarse, por primera vez en América Latina, la United Fruit Company.

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Este rico pasado nos explica en parte el aire especial que se respira en esta provincia que hace ya mucho tiempo que dejó atrás los años turbulentos. Múltiples influencias, sobre todo la jamaiquina, hacen de Bocas del Toro un lugar con características muy propias, como puede verse en sus casas coloridas distribuidas a la orilla del mar, mientras el reggae, el merengue y el vallenato se entremezclan con naturalidad en sus calles. En la actualidad, Bocas goza de una atmósfera única. Los habitantes se comunican en creole, su propia mezcla de inglés y español, y son capaces de alternar con sorprendente velocidad entre ellos. Sigue siendo un lugar que seduce a los extranjeros y no es difícil encontrar alemanes, italianos, franceses y demás nacionalidades que han decidido quedarse a vivir en esta tierra próspera y tranquila.

Conformada por diversas islas, en su mayoría convertidas en parques naturales, Bocas del Toro ha conocido un importante desarrollo en los últimos años. Cientos de turistas llegan hasta allí atraídos por la posibilidad de bucear en sus aguas tranquilas y visitar sus playas espectaculares, en medio de un entorno natural.

Un archipiélago inacabable

La isla más grande, y que cuenta con una gran variedad de opciones de alojamiento, es la Isla Colón, en la cual se encuentra el aeropuerto que comunica Bocas con Ciudad de Panamá. Otra manera de llegar es por tierra, ya sea desde Ciudad de Panamá (unas ocho horas de viaje) o, para espíritus más osados, desde Costa Rica atravesando el puente sobre el río Sixaola que marca la frontera entre los dos países. Después, hay que tomar, desde Guabito, la primera población panameña, un bus o taxi hasta el embarcadero Almirante de donde salen las lanchas hacia Isla Colón.

Solo veinticinco minutos en lancha son suficientes, desde el puerto de Colón para llegar a la Isla Bastimentos, donde el tiempo parece estar detenido en una postal caribeña. El pequeñísimo pueblo tiene una única y estrecha calle que comunica todas las coloridas casas de madera y por la que corren jugando los niños. La contaminación, el estrés y la velocidad de las grandes ciudades está, definitivamente, muy lejos de aquí.

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Hay todo tipo de hoteles, en Bastimentos, que sin duda, encuentra en el turismo una importante fuente de ingreso. En general son hoteles pequeños y cómodos. Los hay que gozan de vistas privilegiadas al mar desde la montaña o levantados sobre el mar con bonitas terrazas con hamacas donde se ven turistas de todas partes, leyendo o contemplando el atardecer. Sobre los precios hay toda una gama de posibilidades, desde los muy económicos y sencillos hasta aquellos, a los que se accede por lancha, con bohíos sobre el mar, muy al estilo de la polinesia francesa.

La comida es claro reflejo de la multiplicidad de culturas, desde los famosos rice and beans (frijoles y arroz blanco cocidos en leche de coco), los mariscos o pescados en salsa caribeña, o el clásico patí (una empanada rellena de carne) y el plantinta (derivación de plantain, en inglés, es como el anterior pero relleno de plátano maduro).

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Las playas no están lejos del pueblo, la opción más común es pagar una lancha para visitarlas pero también es posible ir caminando a varias de ellas. Por ejemplo, tras solo cuarenta minutos se llega a Playa Wizard, no tan turística como otras, este es un buen lugar para comprender lo que deparara la estadía aquí: playas largas de arena suave, rodeadas de naturaleza exuberante. En esta, como en las demás playas, gracias a que hacen parte de un gran parque natural, no hay vendedores ambulantes, carpas de colores ni construcciones cercanas. Otra opción, es caminar un poco más hasta llegar a la famosa Red Frog Beach, que recibe su nombre de la pequeñísima rana roja símbolo de esta provincia panameña. Basta con no hacer mucho ruido para descubrirla, hermosa y estática, sobre alguna hoja del camino.

Aparte de las playas, desde la Isla de Bastimentos es posible realizar múltiples paseos para explorar la variedad de este particular archipiélago. Una opción es ir a Dolphin Bay donde, como su nombre lo indica, es solo cuestión de minutos para empezar a ver delfines que pasan por ahí. En otro lugar es posible admirar como se agrupan numerosas estrellas marinas, entre otras especies de animales marinos. De excursión obligada es el parque Isla Zapatilla, de arena blanca y aguas cristalinas es ideal para hacer snorkel y relajarse en medio del silencio.

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¿Deseoso de escapar de la rutina? El archipiélago de Bocas del Toro, ese secreto a voces que circula hace tiempo entre los turistas amantes de las playas y el buceo, es, sin duda, una opción a contemplar.

Publicado  en la revista Avianca edición No79 (octubre 2011)

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?