Es cierto, Shogun no es una película sino una serie de televisión que fue transmitida en los 80. Pero también es cierto que ahora es posible conseguirla en DVD y disfrutar durante diez horas de esta superproducción. De pronto a usted le suceda como a mí y conserva en su mente algunos vagos recuerdos de Richard Chamberlain vestido de samurái. En mi casa la veían los adultos y algo había en esa serie que me cautivaba a pesar de mi corta edad.
Ahora ya sé de qué se trataba. Jerry London, el director, seducido por el bestseller de James Clavell toma la decisión de hacer la miniserie. No solo costó muchísimo dinero gracias al increíble trabajo de puesta en escena en el que las locaciones y el vestuario fueron trabajadas con meticulosidad, sino que además, London decidió que los actores fueran realmente japoneses y reclutó para su trabajo a los más reconocidos actores del momento en Japón, sin contar los numerosos extras que necesitó. No iba a contratar japoneses para doblarlos, ni más faltaba, así que más de la mitad de los diálogos son en el idioma original; por si esto fuera poco London ganó la más difícil de las batallas: que no hubiera subtítulos. ¿Sorprendido? claro seguramente se preguntará qué sentido tiene ver una serie en la que no entienda muchos de los diálogos, la respuesta es sencilla, lo tiene si una de las ambiciones del director es que el espectador sienta lo que sintió el protagonista al llegar, tras interminables meses de viaje, a costas japonesas.
La acción transcurre a mediados del siglo XVII. El capitán inglés John Blackthorne sobrevive a una larguísima travesía llena de imprevistos y peligros hasta llegar a costas japonesas. En esa tierra comenzará a descubrir una cultura que le es completamente ajena y que al inicio lo sorprende y asquea por su crueldad. Convencido de ser un representante de la civilización y la cultura Blackthorne mira con menosprecio a estos «bárbaros» mientras mueve los hilos que espere le garanticen obtener el poder y riquezas que buscaba al venir aquí. La empresa no es fácil porque desconoce el idioma y las prácticas culturales y porque otros, como los jesuitas, han llegado hasta allí huyendo de las persecuciones en Europa y han sabido asentarse obteniendo beneficios y convirtiendo a varios japoneses. Por otra parte, no son tiempos fáciles para Japón y se avecinan importantes cambios políticos.
Lo maravilloso de esta miniserie es que London consigue que el espectador se involucre con Blackthorne y sus descubrimientos, no entendemos cuando él no entiende y la dureza del japonés va transformándose en dulzura con el paso de las horas cuando también nosotros empezamos a tener la capacidad de entender ciertas palabras. No tarda uno en comprender uno de los meollos de la película ¿quién es el bárbaro? porque claramente para los japoneses es este inglés sucio, grosero, de modales bruscos y que desconoce las reglas básicas de comportamiento.
Lentamente el inglés ingresará a este nuevo mundo, descubrirá sus normas, entenderá el sentido de sus leyes y del código de honor tan fuerte que manejan. No solo esto, adquirirá una nueva identidad, será nombrado Samurái, luchará junto a esos a quienes alguna vez atacó y descubrirá el verdadero amor.
Inolvidable la escena de Blackthorne cuando se reencuentra con su antigua tripulación, vestido de samurái y se escandaliza de la barbarie de sus subalternos, su mirada ha cambiado.
No es la primera vez que se cuenta la historia del conquistador conquistado, otras películas lo han tratado: Danza con lobos (1990) o El último samurái (2003) son dos buenos ejemplos de películas taquilleras sobre el tema, sin embargo, Shogun es muy anterior a ellas, y fue, sin duda, un importante punto de partida.
¿Desde dónde me paro para juzgar al otro, a ese que es diferente a mí? ¿Qué es cultura?
¿Quién es el bárbaro, el incivilizado, el que merece ser colonizado?
Las preguntas quedan formuladas..
Por lo pronto, aconsejo vivamente acercarse a la historia de un inglés cuyo karma fue nunca abandonar territorio japonés.