Estoy escribiendo desde una casa semi vacía, rodeada de cajas… Mudarse es como cambiar de piel, es una pequeña muerte. Empacas tus cosas y descubres pasmado que no necesitas ni la mitad de lo que tienes, atesoras piedrecitas, pequeñas figuras, papelitos ilegibles, viejas camisetas, recuerdos de tu pasado. En esas cajas contienen información que muy probablemente solo yo pueda leer. Los objetos que nos rodean hacen parte de nosotros y alimentan nuestros recuerdos, la imagen que tenemos de nosotros mismos. Mudarse implica cambiar rutinas y hábitos, abandonar un sitio, dejar de saludar a gente que nos cae bien y olvidarnos para siempre de uno que otro vecino ruidoso. Cuando cambiamos de lugar descubrimos algo nuevo de nosotros mismos, los espacios nos ofrecen retos diferentes, posibilidades nuevas, por eso es tan agradable hacerlo porque empiezan nuevos retos, nuevas apuestas… Yo estoy feliz y sin embargo miro con nostalgia por la ventana, me voy de un barrio al que he aprendido a querer, al que voy a extrañar y, ante todo, cierro un ciclo de mi vida para empezar uno nuevo… eso, no siempre es fácil.