Esta película, primera dirigida por Ben Stiller, estrenada en 1994 pretende ser «una comedia sobre el amor en los 90». Lo cierto es que es difícil clasificarla como comedia aunque tampoco podría entrar en la categoría de drama, el título original brinda más información: Reality Bites, mordiscos de realidad, fragmentos de lo que significa empezar a convertirse en adulto en los 90.
Stiller no es el único que se lo pregunta, en el 91 apareció el libro de Coupland Generation X, que, en esencia, se formulaba preguntas similares a las de la película.
El caso es que un grupo de amigos compuesto por Lelaina (Winona Ryder), Tray (Ethan Hawke), Vickie (Jeaneane Garofalo) y Sammy (Steve Zahn) acaban de graduarse de la universidad y deben enfrentarse a la vida real. Pero las cosas no son nada fáciles. Lelaina, inteligente y capaz no consigue encontrar un sitio para ella en el mundo laboral donde parece estar sobrecalificada, independiente y creativa está grabando un documental que pretende reflejar las inquietudes de sus amigos. Vickie, mundana y divertida, va haciendo una lista con hombres con los que se acuesta paradójicamente espera enamorarse pero no se permite entablar ningún vínvulo más allá de lo sexual. Sammy lidia con su homosexualidad y espera poderla empezar a vivir de una manera más libre y abierta. Y, finalmente, está Troy el intelectual desadaptado que no quiere aceptar la sociedad y se mantiene en un limbo de eterna adolescencia en el que no hay espacio para el amor o las responsabilidades.
Examenes del Sida, preocupaciones existenciales, cotidianidad aburridora, y, sobre todo, imposibilidad de amar, estos son algunos de los ingredientes de estos mordiscos de realidad que van mostrandonos las búsquedas de estos jóvenes.
Ben Stiller hará su aparición encarnando a un joven exitoso y tradicional que se enamorará de Lelaina y sus excentricidades aunque es incapaz de entenderla. Finalmente, la historia de amor que cuenta es la de ella con Troy, una historia atípica en la que pareciera más fácil herirse y lastimarse que dejarse querer.
En medio de la desazón y el desamparo, que sin embargo nos saca risas, de los malentendidos y equivocaciones, se abre un final esperanzador, el amor parece estar listo para superar cualquier obstáculo.
Una película que vale la pena solo por ver una de las primeras miradas a una generación que le teme al amor y busca, con desespero, encontrar su lugar en el mundo. (Muy divertida la banda sonora)